Ya sabéis que me gusta un ‘descochón’ más que a un tonto un lápiz, por eso hace algún tiempo decidí empezar otro proyecto fotográfico, esta vez, de casas abandonadas. ¡Me encantan! ¡Me gustan todas! ¡Me pasaría la vida fotografiándolas! Así que voy a aprovechar para hacer un llamamiento desde aquí a tod💚s los que me leéis.
¡Escuchadme atentamente con las orejas!
Si contáis entre vuestro patrimonio con ‘joyas’ como la que os enseño hoy, que llevan cerradas a ‘cal y canto’ años y años, por favor ¡llamádme! ¡No dejéis que caigan en el olvido! ¡Vamos a buscarles un pequeño espacio en la historia antes de que desaparezcan para siempre!
No necesito que sean casas señoriales. Cada una tiene su encanto particular, pertenezca a la clase que pertenezca. Eso es lo que más me gusta de todo esto. Y si tu bisabuela se dejó la dentadura postiza encima de la mesita de noche… ¡mejor que mejor!
Y a lo que venía hoy aquí… A enseñaros esta preciosidad de casa.
¡Ah! Si alguien se encuentra con ‘alguien’ en alguna foto, enviadla a Cuarto Milenio pero a mí no me digáis nada. Seré más feliz sin esa información.
La barandilla es el elemento más bonito de toda la casa. Pensé en arrancarla y llevármela, pero no cogía en la mochila de la camára. El pasamanos era entero de madera; prácticamente construído de una sola pieza.
Me extrañó encontrar este techo tan bonito en la planta baja. Me contaron que antiguamente la clase alta vivía en esa zona de las casas y el servicio arriba. Al parecer a los ‘señoritos’ no les gustaba subir y bajar escaleras.